2018, CAMINO QUE COMIENZA CON GRANDES FINALES.
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COINCIDENCIAS…. Bersahin López López.
Los que en algún momento han hecho del séptimo arte, una manera recurrente de entretenimiento, de aprendizaje, de encontrar en magnificas realizaciones cinematográficas enseñanzas singulares, pueden sentarse en lo más cómodo de su hogar u oficina y ver cómo se desarrolla la trama de la elección del año 2018, con amplias dosis de nerviosismo, guiones bien definidos, improvisaciones circunstanciales y un dramatismo digno de la producción democrática, más importante de la historia moderna para los mexicanos.
Estamos viendo en estos momentos, actores propios, en la escena nacional se mueven personajes e historias, que en este momento son quienes hacen medibles las intenciones y posicionamientos de partidos e ideologías, con visiones distintas sobre el rumbo de país que a partir de 2018 debemos de seguir, pero no necesariamente esos personajes e historias, serán de quienes dependa el ánimo de las decisiones en el electorado, cuando estén dentro de la urna y frente a la boletas, que habría que recordar serán muchas, al ser una elección concurrente y donde a la sazón de películas tradicionales, se entrelazan muchas historias, con finales distintos, pero con un punto de encuentro: los meses de campaña en 2018.
En este comienzo del proceso electoral 2018, desde principios de este año, los ciudadanos estamos viviendo grandes finales, que paradójicamente anuncian un nuevo comienzo: el fin de un presidencialismo dominante en el aspecto electoral, con el nacimiento de una nueva idea de participación política, una realidad electoral donde las bondades de los gobiernos, ya no alcanzan para ganar elecciones y los desaciertos se vuelven determinantes para que diferentes asuman el poder, teniendo una geografía política con tantos contrastes, que es difícil identificar puntos de encuentro, cuando lo distinto se vuelve una constante paradójicamente tan uniforme.
El fin de un sistema de partidos que se encuentra desgastado, en una crisis de credibilidad, con instituciones golpeadas por los mismos que alguna vez las fortalecieron y el nacimiento de una pluralidad que encuentra su principal movilidad, no en la institución sino en la persona, en el individuo como generador de expectativas, no de corporativismo mesiánico, sino de realidad individual que busca alcanzar el bienestar colectivo.
Vivimos el gran final de la era de la televisión, como la gran fabricante de gobernantes, de ideas, de visiones y proyectos y nos enfrentamos a una dinámica mucho más veloz, moderna y que prácticamente en tiempo real, catapulta o sepulta historias o protagonistas, me refiero a la era de las redes sociales, que jugaran por primera vez un papel fundamental en el diseño, comunicación, estrategia, destino y fin de todas las campañas políticas.
Concluimos con la etapa de casi un siglo, donde el discurso superaba a la realidad, la era de la promesa electoral inviable, el eslogan publicitario que agitaba corazones y conciencias aun a costa de la realidad humillante y desgarradora y vemos como se interpondrá para este 2018, la incredulidad, el desánimo, la poca fe hacia las palabras de los mismos, el coraje de una sociedad que pide hechos, realidades, trabajo en equipo, tiempos de acciones y menos omisiones que lastiman el presente.
Será una campaña distinta, no hay la menor duda, porque en esta ocasión los protagonistas de siempre, los que están en primera fila, los que aparecen a cuadro en la televisión, ya será actores de reparto frente a una realidad que nos muestra al ciudadano como el principal protagonista y de ahí surgirá quien o quienes estén dispuestos a sacudir conciencias, serán actores principales quienes tengan las mejores voluntades puestas a disposición de todos, aun con el sacrificio de la aspiración personal, el final del individualismo de poder que nos heredó la Revolución Mexicana, se transforma en una pluralidad que distribuye beneficios y comparte responsabilidades.
Las reglas electorales han venido cambiando y transformándose paulatinamente, “lo que no está prohibido, está permitido” reza un colorido dicho popular mexicano, pero esta idea se ha venido esfumando del tablero electoral, ante los embates legales de unos y otros, dando nacimiento a nuevas reglas que nos marcan ya un escenario totalmente distinto de la pasada elección federal de 2012, el fin de los vestigios de las antiguas reglas electorales, nos dan la oportunidad de tener reglas más equitativas, con igualdad en las sanciones, con la posibilidad de judicializar de más en algunos casos las contiendas electorales, pero esto sin duda será un tema determinante para las estrategias de ataque y defensa en la “guerra electoral”.
Tenemos todos los elementos necesarios, para ser protagonistas o espectadores, circunstancias como estas, no se repiten recurrentemente, lo que debe tener su gran final, es la apatía, la falta de participación, la frustración de pensar que siempre será lo mismo, debemos de generar una nueva dinámica de participación política que se refleje en lo social, el despertar de una nación no debe darse a través de levantamientos armados o enfrentamientos entre paisanos, tenemos la arena democrática para contrastar ideas, para enfrentar proyectos, para comparar actuaciones, que seamos los ciudadanos los que exijamos después de elegir representantes y no los representantes nos excluyan de sus decisiones después de llegar a los puestos de poder, una ciudadanía participativa se traduce en una sociedad que exige cuentas, que castiga y premia la actuación de los que elegimos como nuestros representantes.
Este proceso que ya comenzamos a vivir, debe tener el mejor de los comienzos en la unidad nacional, que tiene su origen en el más grande de los finales, del individualismo sectario, solo así una nueva nación escapara al guion que nos impongan unos cuantos y tendrá su fundamento en la pluralidad de las ideas que se incrusten en la trama fundamental de los verdaderos protagonistas: los mexicanos… lo demás solo serán coincidencias.