OPINIÓN | El discurso del poder y la legitimidad

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Por MARCO ANTONIO BAÑOS AVENDAÑO

No, no estamos frente  la clásica división de poderes, de Montesquieu, ya en la teoría de Aristóteles en el Libro V de la Política trata las revoluciones de distintas formas de gobierno y explica: La Monarquía es una es una organización política duradera si se lleva con rectitud, la tiranía tiende a la disolución, explica que el poder será Legítimo en tanto se tenga el consentimiento de los súbditos, ya que deja de ser Rey si le falta este consentimiento, por tanto, el Tirano sigue siendo dueño de las vidas aunque los súbditos no lo quieran.

En nuestro país, existe Legitimidad en el discurso político, hay quienes opinan que los cambios en el país deben ser totales, paso a paso, otros, opinan que se dio demasiada esperanza a la gente para que una vez en el poder, se haga imposible transformar al país. Aristóteles no se equivocó al señalar que para gozar del consentimiento de los súbditos y mantener la legitimidad es necesario dividir el poder político, escarbándole distintas actividades a personas y a instituciones las tareas deliberativas y magistraturas.

La guía de la Nación es la Anticorrupción, la Legitimidad del actuar político y gubernamental, la actuación presidencial ha cometido aciertos y la sociedad aún quiere muchos más, existe mucha exigencia cuando en otros sexenios no exigían nada de lo que hoy se expresa en medios de comunicación.

Dividir el poder para que no se corrompa es una fórmula que se necesita aplicar más fuerte en México, el legitimar frente a los gobernados cada acto de autoridad es la segunda fórmula para obtener el poder absoluto.

Lo cierto es que las instituciones del Estado necesitan “legitimarse”, se necesita limitar su poder frente al ciudadano haciendo partícipe de este servicio al pueblo.

El equilibrio de poderes se da si todas las instituciones conservan su autonomía y cuando su funcionalidad es solidaria con las demás, es decir, es correcto el actuar presidencial conjuntamente con el Ejército Mexicano al no actuar con violencia contra los ciudadanos, sin embargo, el uso legítimo de la fuerza debe estar latente en tanto se violente la soberanía nacional o se le robe a la nación, tal es el caso del robo descarado de gasolinas por décadas de funcionarios y personas que se han enriquecido de los energéticos en el país.

La fórmula antigua de Orden Jurídico y Consentimiento Popular son la clave para Legitimar el Poder Político en México.

Sin embargo, no existe un Orden Jurídico debidamente reformado en materia de Democracia, porque para Legitimar el Poder, de necesita que funcionen todas las figuras jurídicas, por lo que no ha servido aún el plebiscito, referéndum ni el llamado juicio político, no se diga la omisión Legislativa, que ninguna de ellas tiene reglamentos nacionales o estatales, no hay leyes secundarias de estas en nuestra realidad jurídica contemporánea.

Por supuesto que hay que robustecer la democracia, existen muchos titulares del poder soberano a decir de Cicerón, ya que no es posible que se siga tolerando a quienes ejercen funciones de gobierno y roban, cometen delitos contra la hacienda pública y más aún con sumas millonarias viven en el extranjero o tienen bienes ya indescifrables en números millonarios en otros países, inversiones millonarias fuera del país y jamás rinde cuentas al estado ni al pueblo.

Toda la autoridad se le ha dado al Presidente de México, existe ya un centralismo de poder que bien puede traer sus consecuencias si no se equilibra con las instituciones del Estado, este compromiso de gobernar con sentido de autoridad y obediencia ciudadana.

El límite del poder ya deja de estar en el ciudadano común, para descansar en la Legitimidad del ejercicio del Poder Político, por tanto, esta Legitimidad debe estar fortalecida para no dejar pasar el anhelo de una 4ª Transformación sin la oportunidad de que el pueblo exprese su sentir normativo en figuras democráticas debidamente establecidas.

Todo gobernante está llamado a ejercer la legitimidad en fundamento a un orden jurídico. La confianza ciudadana ya descansa en manos de nuevos funcionarios, parece ser que el Poder legislativo como todas las instituciones ya Legítima actos del Ejecutivo, es decir, si la Legalidad trae implícita hacer Leyes al pueblo, éstas leyes deben ser acordes a la realidad en la que vivimos, no se puede hablar de Legalidad y Legitimidad como parte de un mismo concepto en nuestro lenguaje jurídico.

La Legalidad es aplicar la ley, obrar conforme a la norma, la Legitimidad es el discurso del poder político como arte del buen gobernar. No se discute el buen obrar de las acciones tomadas para cambiar al país, sino que se debe gobernar con leyes acordes a nuestra realidad, cambiar el sentido de la norma, darle a la Constitución nuevas figuras jurídicas para “Limitar el Poder Público”, dotar constitucionalmente de facultades al pueblo vía instituciones para que rindan cuentas los ladrones o los explotadores de las riquezas de la nación mexicana.

El pacto social consagrado en nuestra Constitución Política no se ha perfeccionado, se necesita reformar la Constitución en todos sus órdenes, para alcanzar plenamente la legitimidad y constitucionalidad que aún se sueña en el país.  Rousseau decía “…Si el poder no es legítimo, no es duradero”, debemos por tanto, construir nuestra Nueva Democracia con Leyes bien examinadas para nuestra democracia, mejorar nuestra Constitución Estatal y Federal, dotar de fuerza a las normas para que las instituciones se vean obligadas al actuar público con responsabilidad y disciplina en lo presupuestal y de atención jurídico social.

El Poder del pasado dejó un discurso del poder viciado, en sus resquicios viciosos, dejó grandes dudas e inconformidades para la actualidad, es hora de cambiar el discurso del poder, transformarlo en la norma que castiga a los culpables, ahí en donde se escondan  para no repetir las experiencias del pasado mexicano que abusaba del ciudadano, que en un paternalismo de estado esperaba las migajas de un nuevo porvenir.