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Desmembramiento de Tío Bad enciende el grito de justicia de jóvenes y artista del sur de México

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Rodrigo Islas Brito

Tío Bad, lleva cuatro días muerto. Fue encontrado desmembrado en cachitos en la cajuela de un vehículo abandonado en el acceso a San Juan Evangelista, Veracruz, el pasado 17 de diciembre. Josué Bernardo Marcial Santos cantaba que hoy en México se ha puesto de moda hablar de drogas, negocios y fuscas, y que él quería hablar de revolución ante lo que ya cualquier canijo se asusta. Él no se asustó
El Tío, de tan solo 24 años, delegado y representante del Consejo Nacional Indígena, hablaba de la unión, de defender la vida con dignidad y justicia en medio de una tierra veracruzana en la que tan solo hasta el año pasado ya se habían contabilizado en 15 mil víctimas según lo informado por la diputada María Josefina Gamboa Torales, al presentar la iniciativa de Ley en Materia de Desaparición Forzada de Personas, Desaparición Cometida por Particulares y del Sistema Estatal de Búsqueda de Personas para el Estado.

La defensa de la vida y la tierra a través de las lenguas indígenas, la música y el maíz fueron los temas y luchas por las que se movió el nativo de Sayula de Alemán, Veracruz, para quien su habla y cultura sayulteca era el recordatorio de que el alegato por la salvaguarda individual inicia por enunciar en grupo los flagelos y los exterminios.

Fandanguero, jaranero, trovador y rapero, el asesinato brutal de Tío Bad ha despertado una indignación y furia máxima por las decenas y centenares de los distintos colectivos creativos y sociales, grupos artísticos, músicos de variadas especies y clases, tribus de contacto y propuesta escénica y activistas militantes en buscando igualdad, que lo conocieron y soñaron y tramaron con él la posibilidad de no morir ni desaparecer en un país con contadores comprobados del tipo tres mil fosas clandestinas, cuarenta mil desaparecidos y 37 mil personas asesinadas aún sin identificar.

“Era una persona alegre. Se encontraba vinculado a distintos procesos organizativos en defensa del territorio y en la defensa de la vida. Su asesinato se desarrolla en un clima de violencia extrema y descomposición del tejido social que desde hace ya varios años esta instaurado en el sur de Veracruz”, enuncia el mensaje de copia y pega que sobre Josué han compartido miles de jóvenes y no tan jóvenes que encontraban con Tío Bad la resonancia de una genuina ambición de querer hablar del sangriento, corrupto e impune estado de las cosas y no perder la vida en ello.

“Al rato las autoridades van a decir que se lo buscó, ya lo estoy viendo, y lo mismo van a decir de nosotros si nos llega a pasar lo mismo”, dice sobre alguien que solo vio dos veces en su vida, un joven músico oaxaqueño que advierte que compartirá lo que tiene que decir sobre el asunto a condición de que su nombre no se haga público.

“Al bato sólo lo vi una vez acá en Oaxaca y otra en Veracruz. Hacia canciones, cantaba contra el fracking, contra la inseguridad y que un día te terminaran levantando y embolsando, que al final fue lo que a él le sucedió”, dice el músico ponderando que hoy para desaparecer en México solo tienes que incomodar tan solo un poquito a gente que te puede borrar de un plumazo porque sabe que por hacerlo no le va pasar nada.

El asesinato y descuartizamiento de Tío Bad ha volcado a artistas y no artistas, a mujeres y hombres de distintas ciudades como Ciudad de México, Xalapa, Veracruz y Oaxaca, exigiendo justicia para Tío Bad, y fin a un desgobierno, que por lo menos en el estado de Veracruz, aun con el cambio de Morena por el PRI en el poder, no ha cedido en sus niveles de horror y sangre.
Hoy, al chavo que hablaba sobre no medrar la denuncia, sobre gritar que a los periodistas los matan y luego los linchan, sobre los gobernantes que primero asesinan y luego sonríen, sobre lavar los pisos encharcados en sangre con el agua de la verdad, lo han bajado de su tribuna, lo han callado en su rima.

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