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Opinión

Devenir padre

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“Estoy embarazada, le dice una joven a su madre, a lo que ella contesta:

¿Estás segura, que ese hijo es tuyo?” (Sinay, 2006)

Rosa Bertha Simón Sánchez

En nuestra sociedad las y los hijos desde su nacimiento parecen únicamente ser un tema de las mujeres, dado que aún se responsabiliza del control natal a ellas. La maternidad tiene mayor relevancia que la paternidad y esto se debe a que vivimos en un ordenamiento de género con profundas desigualdades.

Convertirse en padre representa un cambio fundamental en la vida de los hombres y tiene un amplio impacto en la construcción de sus subjetividades. El modelo masculino hegemónico impuso un modelo de padre: rígido, recto, productivo, fuerte, etc., en donde el hombre delegó la crianza a las mujeres argumentando que el cuidado de las hijas (os) es una “especialidad femenina”. En su libro Adultez y Masculinidad: la crisis después de los 40, David Amorín señala que mientras más de la mitad de los hombres reportaron  jugar con sus hijas (os) en casa, apenas un tercio cambia pañales, prepara alimentos, baña a sus hijas (os), y apoya en tareas escolares.

Sin embargo cambiar un pañal, no es cambiar un paradigma. Conozco muchos amigos que están ejerciendo una paternidad responsable, pero aún les cuesta expresar el amor, la ternura, la empatía, la guía espiritual a sus hijas e hijos, así también en los lugares donde ellos trabajan les dicen: No importa que seas padre, tu tiempo pertenece a la empresa, gobierno, corporación  y no a tus hijas (os).

Si bien se encuentra ampliamente aceptado que los hombres, durante las últimas décadas, han desarrollado un relevante proceso de integración a las actividades reconocidas patriarcalmente como femeninas, aún conservan intactos los privilegios que históricamente han ostentado. Algunos padres sólo asisten a las reuniones escolares cuando tienen tiempo de sobra, las agendas y actividades se rigen por un paradigma masculino tradicional, es decir, ellos no tienen que conciliar trabajo con crianza.

El patriarcado no opera solo. Se trata de un proceso que se constituye  de manera conjunta y simultánea con otros dispositivos de dominio (Sinay, 2006:56). El enaltecer la maternidad tradicional cada 10 de mayo es tan nocivo como el exceso de paternidad autoritaria, pues crea hombres inseguros que desconfían de otros hombres y temen a las mujeres, bloqueados emocionalmente, que actúan con dureza en los negocios, en la política, en el deporte, en la familia y en el sexo.  Generar una paternidad libre de mandatos masculinos hegemónicos es romper con esa coraza toxica, guiar desde la ternura, sin resentimientos, ni vergüenza.

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