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Bersahin López Opinión

El Papa Francisco y los significados de la sucesión

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Bersahín López | Coincidencias

 

La espiritualidad colectiva y la posibilidad de ser el representante de San Pedro en el mundo terrenal, son dos situaciones que se conjugan en un solo ministerio: El papado.

“Tu eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi iglesia” son las palabras dichas por Jesús que marcaron la construcción del catolicismo a nivel mundial y sobre esas palabras se fundó la iglesia católica y el entendimiento entre quienes formaban parte de la misma en su más amplia concepción. 

La relación del ser humano con Dios, tiene múltiples facetas, lo que permite elevar esa interacción a un plano eminentemente personal, pero en el entorno colectivo, la iglesia y quienes la dirigen han jugado un papel fundamental en el establecimiento de sistemas de gobierno, estabilidad económica, paz social o confrontación bélica.

 

Desde la antigüedad, los representantes de la cristiandad, materializados en curas, obispos, arzobispos, cardenales, papas y demás, lograron acumular un poder que los colocaba en la posibilidad de legitimar reyes y reinados, teniendo la capacidad de invocar guerras, pedir paz, y tener injerencia en prácticamente todas las áreas de la vida, en cada una de las etapas de la humanidad.

Desde el apóstol Pedro, hasta el Papa Francisco, pasando por Pio IX, Inocencio III, Juan Pablo II, la realidad del catolicismo, ha estado relacionada con el carácter y la dinámica que cada uno de ellos le impuso a su pontificado, con visiones, reformas y acciones. El mundo católico ha vivido a través de los siglos, las consecuencias de cada decisión tomada por el Papa en turno. 

El Papa Francisco, después de 12 años de pontificado, fue declarado muerto y con ello concluye una etapa donde, por primera ocasión, un cardenal latinoamericano llegó a ocupar la silla de San Pedro, situación que colocó a la iglesia en un periodo reformador, con cambios que permitieron mayor inclusión, combate a la pederastia, mayor transparencia en el ejercicio de los recursos económicos y una actitud de humildad qué caracterizó su gestión al frente de la iglesia católica mundial.

Ahora, se desatan una serie de especulaciones sobre el próximo cónclave para elegir al nuevo Papa. Lo cierto es que el mundo católico entró en una etapa de crisis, de la cual se lucha todos los días por salir avantes. 

El Papa Francisco estableció un nuevo ciclo en la Iglesia Católica al abordar una forma diferente de entender la relación con Dios. En sus palabras, continuamente dirigió mensajes para aquellos sectores desprotegidos y marginados que han buscado consuelo durante décadas, cuestionó las posturas radicales, dictatoriales y de violencia en el mundo. Bien valdría que su sucesor diera continuidad a un legado que quedó en el corazón de los más vulnerables. 

Hoy, es necesario un “Heredero de San Pedro” que dignifique las enseñanzas de Jesús sobre las cuales se cimentó la iglesia católica. Es necesario que pueda llegar un Papa que, con  vocación, recorra cada lugar donde haga falta un mensaje de paz. Que el nuevo Papa esté presente en cada metro cuadrado donde exista la posibilidad de formar mejores seres humanos. La idea de un Dios justo y una iglesia que es un puente hacia él, debe revitalizarse para luchar por la paz y la justicia en el mundo y por la tranquilidad y espiritualidad en lo personal.

La importancia de la sucesión del papa Francisco radica sobre todo, en el rostro de la iglesia católica en los años que vienen, frente a un mundo que cambia en tiempo real, de una sociedad que necesita un refuerzo de fe y espiritualidad, que espera un guía que fomente el respeto, la paz y la hermandad, enseñanzas del Nazareno que mucho debemos recordar en estos días donde el materialismo ha ganado espacio en la mente y corazón de la humanidad. 

Una sucesión con el conocimiento pleno del mundo en el que vivimos, llevaría a elegir a la mejor opción, la que fortalezca a la iglesia, sus alcances de influencia hacia el exterior y una mayor cohesión y entendimiento interno. 

El Vaticano será el centro de la atención mundial en las próximas semanas, cuando el Colegio Cardenalicio ingrese y elija al próximo faro de la iglesia católica mundial. A la espera, cientos de miles en la plaza de San Pedro y millones en el mundo, rezaran, pedirán y al final acataran lo que el mundo sepa después de elevarse el humo blanco del cónclave. Que Dios los guíe y a nosotros mismos nos de la fe suficiente, para mantenernos más allá de las fallas de la iglesia y con un nuevo Papa en un mundo igual, lograr que la espiritualidad nos direccione y nos permita gozar de la eternidad en paz a la que todas y todos aspiramos.

Descanse en paz, Francisco y bienvenida una nueva etapa de espiritualidad en el mundo. 

 

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