Fue ahí, en la habitación principal de la casa blanca de Los Pinos, donde se produjo aquel video en el que Rivera leyó un escueto informe, con un tono que por momentos parecía de regaño al público.
Desde hace cuatro meses un grupo de arquitectos documenta inmuebles, acabados y dimensiones de las 79 edificaciones que hay en el perímetro de lo que fue el predio presidencial que unió al antiguo rancho de La Hormiga con el aún más antiguo Molino del Rey: 56 mil metros cuadrados, según la información oficial.
El director administrativo del Centro Cultural Los Pinos, Homero Fernández Pedroza, explica en entrevista con Proceso que el inventario se realiza sin ayuda de documentos, pues no hay planos, informes de gastos, facturas ni datos que revelen el destino de lo que ahí se encontraba, sus dimensiones, los muebles que se albergaron… nada.
Desde diciembre, cuando Fernández –quien antes de integrarse a la Secretaría de Cultura encabezó propuestas de integración política y social arquitectónicas centradas en la crítica a las estructuras de poder– asumió la dirección administrativa del complejo, envió oficios a todas las dependencias y áreas que pudieran contar con la información, pero no obtuvo respuesta positiva. Y es que, con el argumento de la seguridad nacional, no podía transparentarse lo que se construía en Los Pinos.
La casa, identificada en el inventario sólo como Cabaña II, es una residencia de estilo clásico, semioculta entre árboles y bardas infranqueables hasta el pasado 1 de diciembre. Según Fernández, fue construida al iniciar el gobierno peñanietista y, por la información obtenida entre personal del extinto Estado Mayor Presidencial, supo que ahí se grabó el mencionado video y del uso que se dio al inmueble: vivienda y oficinas de la primera dama de 2013 a 2018.
(Fragmento del reportaje especial publicado en Proceso 2238, ya en circulación)