En su lucha por los derechos humanos, Josefina Martínez Rojas no se rindió, ni se rendirá, dice
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Rodrigo Islas Brito
Josefina Martínez Rojas ha llegado a ver como se ha entregado un premio sobre Derechos Humanos, Económicos, Sociales, Culturales y Ambientales, con su nombre. “La lucha que realicé con todos y todas mis compañeros por los derechos humanos en México ha sido un proyecto que ha consolidado mi formación y mi persona”, expone la profesora en el evento de entrega organizado hace unos días en el Teatro Macedonio Alcalá por la Defensoría de los Derechos Humanos del Pueblo de Oaxaca.
Recuerda entonces el año de 1976, cuando el 17 de octubre fue democráticamente electo rector de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca (UABJO), el doctor Felipe Martínez Soriano, su esposo, quien con su propuesta a favor de la construcción de una universidad crítica, científica y popular se confronta directamente contra los intereses latifundistas del gobernador en turno, el tristemente célebre Manuel Zárate Aquino.
La maestra Josefina recuerda cuando a la UABJO entraron más de 20 mil efectivos del Ejército mexicano violando la autonomía universitaria, obligando a Martínez Soriano a renunciar a su cargo mediante la tortura y detención de catedráticos, estudiantes y trabajadores, con un cateo sistemático a domicilios particulares que resultó en secuestros y desapariciones forzadas.
Después, en 1978, con Zárate Aquino fuera del cargo, Martínez Rojas narra como un nuevo gobernador, Eliseo Jiménez Ruiz, amenaza con represión y destierro por medio de la prensa a su familia, ordenando el cateo de su casa y el arresto de su hija Maribel Martínez Martínez, a la que bajo acusación de terrorista mantuvo secuestrada y torturada durante días.
La respuesta fue la confirmación del Comité de Familiares Presos de Oaxaca con el fin de demandar la libertad de sus familiares y un alto a la represión. Entonces la maestra Josefina realiza frente al palacio de gobierno con otras cuatro madres de familia una huelga de hambre donde demanda la presentación con vida de su hija y la libertad de estudiantes y catedráticos presos.
Como resultado de la represión Josefina Martínez Rojas y su familia emigran a la Ciudad de México, donde en 1979 ayudan a conformar el Comité Nacional Independiente Pro Defensa de Presos, Perseguidos, Desaparecidos y Exiliados Políticos (CNI) agrupando a organizaciones sociales de catorce estados del país, incluyendo Oaxaca.
Es aquí cuando la profesora se introduce de lleno en la consecución de una verdadera amnistía nacional para todas y todos los presos políticos del país, la cual se venía manejando desde el gobierno de Luis Echeverría Álvarez en 1976.
En 1979 el CNI se avoca a lograr una tercera etapa de la amnistía contra la gente que fue perseguida, arrestada y torturada por una Guerra Sucia que la maestra Josefina define que sucedió de 1960 a 1980. Con una acción de lucha que consistió en la ocupación pacífica de una serie de embajadas.
“La embajada de Suiza se toma el 3 de agosto de 1979 por encontrarse allí la sede de la Comisión Internacional de Derechos Humanos de la ONU”, recuerda la maestra. Alto a la represión en Oaxaca y todo el país y presentación con vida de los detenidos- desaparecidos, estaban entre las exigencias.
La toma de la embajada logra una difusión a nivel mundial, las denuncias sobre el nivel de desaparición y represión que se ejerce en México desde hace lustros se convierten en denuncia masiva en Europa, frente a la huelga de hambre que 300 presos políticos se coordinan en realizar.
Con orgullo, Martínez Rojas recuerda como una toma de embajada que duró siete días devino en la liberación de 199 presos políticos de la Sierra Norte de Puebla y la presentación con vida de un hombre llamado Guillermo Velazco que tenía tres meses de haber sido desaparecido por el gobierno.
En 1983 viene el tercer congreso de la Federación Latinoamericana de Asociaciones de Familiares de Detenidos y Desaparecidos (FEDEFAM) donde Martínez Rojas solicita el ingreso del CNI a la federación. Cuestión que no se conseguiría hasta 1988.
En 1990, en una reunión de la FEDEFAM en Montevideo, Uruguay, la maestra se entera de que su esposo, el doctor Felipe Martínez Soriano había sido detenido arbitrariamente en México y ella tiene una orden de aprehensión en su contra. En consecuencia la maestra solicita asilo político en Uruguay, de donde emigra a París, Francia, donde logra un exilio político definitivo que se mantuvo durante tres años y medio.
En 1991, Martínez Rojas logra conformar el Comité Europeo por la Defensa de los Derechos Humanos en México, donde logra informar sobre la añeja represión del sistema político mexicano priista por distintas ciudades del viejo continente, y después conformar la emisión de una carta al entonces presidente Carlos Salinas de Gortari, firmada por 1500 catedráticos de la Universidad de Ginebra.
Para entonces en prisión Felipe Martínez Soriano había sufrido ya un infarto al corazón. A lo que sigue el año de 1993 cuando la Procuraduría General de la República garantiza que Josefina Martínez Rojas no tiene ya ninguna orden de aprehensión en su contra y la maestra regresa a México.
Cinco años después, luego de que el CNI afiliado al FEDEFAM con Martínez Rojas al frente conociera un arduo trabajo en la denuncia de violaciones a los derechos humanos, el doctor Felipe Martínez Soriano, el baluarte de Movimiento Democrático Universitario que logró que por vez primera un rector fuera elegido democráticamente en la UABJO, sale de la cárcel después de ocho años y medio de encierro. Fallecería en mayo del 2016.
Por su parte, Josefina Martínez Rojas, regresa a la ciudad de Oaxaca en 1999, donde el álgido 2006 participa en marchas y manifestaciones de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) en su lucha por tirar al tirano y represor gobernador Ulises Ruiz Ortiz.
Todas estas experiencias las recoge finalmente en un libro titulado “No me rendí y no me rindo”, dónde Martínez Rojas narra lo que ha sido su vida: la lucha por la libertad y una confrontación y resistencia siempre directa contra los aparatos represivos y desaparecedores del Estado mexicano. “La verdad y la justicia es un derecho de todas y todos”, define finalmente. Personas que saben bien lo que su bronca contra el autoritarismo ha significado para el estado de Oaxaca, le aplauden.