Irma, cuando era niña, fue vendida por una botella de mezcal en Oaxaca
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La historia de Irma Ríos, una mujer oaxaqueña de 41 años, se remonta a inicios de la década de los noventa en el municipio de San Antonio de la Cal, cuando apenas tenía 10 años y disfrutaba de su infancia; la decisión abrupta de su padre al venderla por una botella de mezcal, cambió para siempre su vida, así lo relata un reportaje de Milenio publicado este jueves.
“Era un 5 de febrero de 1991”, recuerda con exactitud Irma, cuando su padre la obligó a unirse en concubinato con Ignacio Rodríguez Cabrera, de 20 años, y quien a partir de ese momento se convertiría en su verdugo y debido a los abusos sexuales, sería el padre de sus tres hijos.
“Le dio una botella de mezcal a mi papá. Yo me enteré que por esa botella de mezcal me había dado mi papá con esta persona; fue una botella como de un litro. Mi papá me dijo te vas con él, pero yo no me quería ir, porque yo tenía diez años”, narra la mujer con dolor.
En San Antonio de la Cal, una localidad conurbada en la zona oriente de la ciudad de Oaxaca, esta práctica parece ser aceptada como parte de las costumbres y tradiciones heredadas entre familias, debido al Sistema de Usos y Costumbres de los Pueblos Indígenas, que permiten poner precio a las mujeres bajo el respaldo del artículo segundo constitucional sobre la autodeterminación de los pueblos.
Aunque estos hechos no son bien vistos por los pobladores en su totalidad y en Oaxaca el matrimonio infantil está prohibido, sigue ocurriendo en comunidades principalmente de alta marginación.
Para Juana Amaya, habitante del lugar, los hombres son responsables de proteger a sus hijas y familias. “Por usos y costumbres te vas a llevar a mi hija no es así, o te la voy a vender por una vaca, o te la voy a vender por un chivo, vaya ni por hectáreas de terreno porque el papá tiene el deber de proteger a su hija”, comentó.
En el caso de Irma Ríos, con apenas 10 años, tuvo que olvidar para siempre sus muñecas y renunció a su infancia por decisión de su padre. Un día, mientras ella jugaba, llegó Ignacio, el hombre que la compró, y molesto quemó sus juguetes.
“Ya me tienes hasta la madre que estás con esa pinche muñeca, que me arrebata la muñeca, la ropita que yo le había hecho, la echó al comal de su mamá y la echó a la lumbre”, recordó.
Durante 30 años, la mujer ha sido sometida a todo tipo de maltratos, que van desde vejaciones, golpes, abusos y humillaciones. Irma relata que esta práctica se ha mantenido desde hace décadas en comunidades indígenas de alta marginación.
“Me pegaba, me aventaba, me violaba una y otra vez. Así fue pasando el tiempo, a veces me agarraba con la resortera, con una cadenita que utilizan para guardar sus llaves, me daba cadenazos, se iba a trabajar y me dejaba encerrada”.
Cuando nació su primer hijo, Irma buscó ayuda con su padre con la esperanza de ser liberada de su martirio, pero la respuesta fue negativa. “Le dije papá llorando, ‘ayúdeme ya no quiero estar con él, me pega mucho’, y mi padre me dijo ‘regrésate con él, a ver si te mata o te tiene bien, porque yo te vendí’”.
En entrevista, Irma lamentó con lágrimas haber sido víctima de los usos y costumbres de su comunidad, y vivir un calvario durante décadas al lado de un hombre con el que nunca deseó casarse.
“Nos cortan nuestras alas, nos cortan nuestra niñez, nos cortan todo”, lamentó.
Sin embargo, la historia tuvo un giro inesperado porque en los primeros días de noviembre Ignacio Rodriguez la golpeó, pero está vez, la mujer acudió a la Fiscalía para la Atención Especializada en Delitos contra la Mujer en Oaxaca para interponer una demanda por violencia.
“Quiero ser feliz y quiero ser libre, aunque sea otros años que Dios me de vida, quiero ser feliz sin violencia, sin abusos, sin golpes; sin palabras que te lastimen. Ya no quiero estar con él y por eso pido ayuda a las autoridades”.