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Nacional Opinión

La tragedia se repitió: nuevamente un terremoto sacudió a la nación.

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Ivonne Mateo

El mismo día, pero 32 años después, un movimiento telúrico de gran magnitud dejó como resultado cientos de pérdidas humanas y materiales en todo México, pero también, mostró la solidaridad y hermandad que caracterizan a cada habitante del territorio.

Fue el 19 de septiembre de 1985, cuando un terremoto de 8.1 grados ocasionó alrededor de diez mil muertos en el país, el hecho trascendió en la historia y 32 años más tarde, cuando los ciudadanos habían realizado un simulacro de sismo y un acto cívico en memoria de aquellas personas caídas, un nuevo movimiento de las placas tectónicas se hizo presente.

Hasta el momento se reportan 250 personas que han perdido la vida en los estados de Morelos, Puebla, México, Oaxaca y Tlaxcala, entre ellas más de 30 niños y niñas, quienes quedaron sepultados debajo del Colegio Enrique Rebsamen en el Estado de México.

Entre la desgracia, como hace más de tres décadas, hemos podido observar, la humanidad y solidaridad que cada mexicano lleva dentro, aunque a veces suela olvidarla.

No se les llamó, no se les obligó, no se les suplicó.

Así, por voluntad propia, miles de ciudadanos corrieron a las viviendas y escuelas, a los edificios y hospitales en busca de sobrevivientes. Con picos, palas, y sus propias manos, se organizaron para comenzar labores de rescate.

Antes de la llegada de militares, paramédicos, médicos, y rescatistas profesionales enviados por las autoridades gubernamentales, la sociedad civil ya se encontraba levantando los restos de inmuebles colapsados, ansiando escuchar alguna señal de vida.

Como hace 32 años, niños, jóvenes y adultos, se han dado a la tarea de no dejar morir a sus congéneres.

Mientras grupos se organizan para localizar a los sepultados, otros se agilizan para instalar centros de acopio de víveres y acondicionar albergues, buscan brindar ayuda para todos, incluso para nuestros hermanos menores, para las mascotas que quedaron a la deriva, lastimadas y desorientadas.

Las manos de los voluntarios se observan lastimadas, las instrucciones de organización se obedecen, en estos momentos de búsqueda no hay lugar para las lágrimas, no hay tiempo.

Se tiene que actuar.

No han pasado ni quince días, y dos terremotos han castigado a la nación mexicana. Se percibe el temor y se percibe la angustia, paranoia y desesperación, pero la realidad, es que este proceso se superará, y esperemos que se mantenga siempre vivo el espíritu de hermandad que ahora está a la vista de todo el mundo.

 

 

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