Los vaivenes del sistema educativo mexicano (parte III)
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Reforma educativa, pretérito pluscuamperfecto (segunda parte)
Continuamos con esta tercera parte de nuestras colaboraciones dominicales para este diario en el que fueron publicadas las mismas, años atrás. Esta entrega data del 20 de enero del 2013 y su título original es el mismo que hoy nos sirve de subtítulo. Quizá algo haya cambiado de entonces a la fecha, aunque en realidad todo sigue casi igual que siempre. Algo se debe hacer para no empeorar las relaciones múltiples entre los actores involucrados y que hasta ahora se salen del ámbito de lo estrictamente educativo o pedagógico. Veamos.
¿Por qué pluscuamperfecto? Me preguntó un amigo lector. Pues por qué ha de ser –respondí- porque simple y sencillamente será un nuevo intento sobre las cenizas de otros intentos más; es decir que indica una acción que seguramente se traducirá en algo así como esto: “cuando llegó el cura, ya había muerto el pecador…” Bueno, al final tendremos una reforma más sobre las espaldas de las reformas que se han quedado en el papel y sobre los escritorios pero que no se han aplicado ni en las aulas, ni se han gastado los gises y los lápices de maestros y alumnos.
Eduardo del Río, mejor conocido como RIUS, ilustra perfectamente esto en su todavía vigente libro de la colección los agachados, “EL FRACASO DE LA EDUCACIÓN EN MÉXICO” que dicho sea de paso, les recomiendo la consulta porque no tiene desperdicio ni caducidad alguna, en verdad seguimos igual o como dice el mismo citado, hemos empeorado y no hay luz alguna por donde ver el final de agujero negro. Digo, para hacer un recordatorio rápido de la historia reciente de las reformas educativas y luego ya adentrarse en los tratados de letras sin monitos.
Desde el punto de vista de quien escribe, el problema no se ubica únicamente en el propio sistema educativo, sino que proviene de varios factores que se entrecruzan. Si se parte de la hipótesis que plantea que los problemas estructurales del país como la delincuencia, la criminalidad en todas sus modalidades, la pobreza, el eterno subdesarrollo, los crecientes índices de corrupción y tantos más, definitivamente, despejar ese cuestionamiento desde la educación pública será inútil. Por principio de cuentas, quienes han sido los responsables de la rectoría del Estado y por consiguiente, el diseño, implantación, ejecución y evaluación de las políticas públicas, incluidas por supuesto las educativas han sido “formados” en escuelas, institutos, colegios, liceos, academias o como se les llame, particulares, privadas, en donde los valores nacionales no son importantes, predomina allí los valores individuales; donde lo social no es nunca más importante que lo económico; donde el País no es más que una gran empresa a la que hay que sacarle provecho a costa de sus recursos humanos, y sus recursos naturales. Y rematan preparándose para los grandes fraudes en prestigiadas universidades de “negocios” públicos del extranjero.
A eso se debe que la mayoría de los términos que se usan ahora no tengan una significación realmente social, pedagógica y humana, provienen de los vocabularios empresariales, no de la comunicación social o pública; son palabras frías que denotan “cálculo matemático” o como bien lo afirma Habermas, son acciones instrumentales no comunicativas, que obedecen a pautas estructural-funcionalistas donde no somos más que simples objetos o instrumentos que acatan ordenes robóticas.
El término calidad por ejemplo, es un atributo de las cosas o de las mercancías, proviene su uso del ámbito de las relaciones comerciales y la iniciativa privada. La educación como un proceso en el que intervienen seres humanos se mide por la eficiencia y la eficacia. Quien la desarrollan deben ser aptos para ello luego de la certificación de sus estudios y todo lo que esto conlleva en el proceso de la expedición de su licencia, acreditación y validez oficial para el desempeño de un trabajo que implica un uso de las facultades humanas y no una explotación meramente física de la persona. Incrementar horas con el argumento de escuelas de tiempo completo, requiere limpiar la corrupción para que los desayunos y comidas escolares que deberán proporcionarse a los educandos si lleguen y en buen estado a quienes los necesitan pues en zonas de pobreza y desnutrición, las jornadas escolares serían peligrosas para la salud física y mental de los infantes. Amén de que más horas no necesariamente implica mejores tiempos.
El breve ensayo de Ricardo Vázquez Chagoyán, “LA ESCUELA A EXAMEN: LAS REFORMAS EDUCATIVAS, MÁS DE CUATRO DÉCADAS DE FRACASOS” nos presenta un panorama igualmente desolador y poco esperanzador para lo que viene, veamos que dice al respecto: “Desde el inicio de la década de los años sesenta a la fecha se han realizado en México cuatro reformas educativas generales (en los regímenes de López Mateos, de Echeverría, de De la Madrid y de Salinas de Gortari), además de una enorme cantidad de otras reformas parciales en Planes y Programas de Estudio, y en todos los niveles de escolaridad (desde preescolar hasta el posgrado)”.
Precisa el autor de una experiencia reciente: “Como todos, el actual gobierno también ha propuesto reformas al sistema de educación pública. A pesar de tantas reformas, todas las evaluaciones del sistema educativo con que contamos arrojan resultados negativos hasta hoy. Desde el famoso informe de Jorge Carpizo en 1986, hasta las evaluaciones internacionales recientes como la de PISA, pasando por la promovida por la revista Nexos a principios de los años noventa y la línea de estudios de Felipe Tirado (además de muchos otros estudios concretos de diferentes tipos y sobre los diferentes niveles) todo indica que ninguna de las reformas ha mejorado en absoluto la calidad de la educación que se imparte en el sistema escolar, es decir, lo que debería ser aprendido no se aprende o se olvida inmediatamente después de los exámenes respectivos. ¿Qué es lo que sucede? ¿Por qué ninguna de las reformas educativas ha resuelto los problemas que pretendía resolver? ¿Son necesarias continuas reformas al sistema educativo escolar? ¿No sería conveniente detener nuestra precipitada marcha y, antes de seguir proponiendo más reformas, examinar por qué han fallado todas las anteriores? ¿Cuáles son los errores que se han cometido?
Parece entonces, que el problema se aleja de solución alguna, conforme las reformas van fracasando porque hasta ahora no se ha querido atacar la raíz del árbol torcido. No le resta razón a Ricardo Vázquez cuando afirma: “…los cambios propuestos por esas reformas han dejado intactos los elementos fundamentales de la estructura escolar tradicional. Ello ha impedido además que los expertos mismos se den cuenta de las contradicciones que hay entre algunas de las propuestas y la estructura que hasta hoy ha dominado la organización escolar. Así que, aunque los discursos que han justificado esas reformas adoptan siempre las ideas pedagógicamente más avanzadas (algo de lo que incluso, carece la actual), al tratar de implantarlas en la misma estructura escolar tradicional, tales ideas terminan en todos los casos aniquiladas o pervertidas. Pero hay más, como se parte del supuesto de que la estructura escolar vigente es correcta, en el fondo todas las medidas terminan transformándose en más de lo mismo: más cursos, más horas de clase, más días de clase, más años de escuela, más población escolarizada, más becas, más tarea, más lectura, más bibliografía, más matemáticas, más gramática, más contenidos, más presupuesto, más computación, más inglés, más, más, más… Es un reflejo perfecto de las sociedades cuantitativas en que se han convertido las sociedades modernistas (más máquinas, más tecnología, más ganancia, más información, más dinero, más armamento, más policía, más, …; como si la solución a todos los problemas humanos dependiera exclusivamente de aumentar todo en cantidad). Así pues, de la misma manera en que las personas creen que el problema de la delincuencia creciente se resolverá con más vigilancia policíaca y no con una moralidad y una ética más sólida; así también la gente cree que se mejorará la educación con más escuelas iguales y no con un cambio de estructura de la educación escolar”.
Dejamos hasta aquí esta cuestión, con la ilusión realistamente pesimista de que las cosas mejoren en realidad, dado que ya es constitucional la cacareada reforma. Sigue ahora procurar una reforma a fondo de la política y sus hacedores, no una reforma política sino de la y los políticos, algo tan complicado, difícil y casi imposible como la propia reforma educativa con todo y su calidad.
Continuamos, mientras tanto que haya paz. nigromancias@gmail.com twitter: @JTPETO