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Humberto Ferrusca Opinión

OPINIÓN | Sin Concesiones

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Por Humberto Ferrusca

Que por imposición se toleren los errores ad infinitum…

Creo que todos tenemos claro que la soberanía está asociada al hecho de ejercer la autoridad en un cierto territorio, esta autoridad recae en el pueblo, aunque la gente no realiza un ejercicio directo de la misma, sino que delega dicho poder en sus representantes, pero cuidado, no investimos por esa delegación a nadie como soberano, adicionalmente debemos tener claro que las personas se involucran a la hora de crear la autoridad mientras que, a la vez, están sometidas a esa misma autoridad que ayudaron a desarrollar, esa delegación debe tener como premisa fundamental que todos los ciudadanos sean iguales y puedan conducirse con libertad, que sus creencias, opiniones y actividades no estén sujetas al criterio de quien gobierne, siempre y cuando esas actividades se encuentren dentro del marco de la ley y no afecten ni a terceros ni al estado, por otro lado, la obediencia de la autoridad al marco legal no puede ni debe ser discrecional, debe sujetarse a la supremacía absoluta o predominio de la ley opuesto a la influencia del poder arbitrario y excluye la existencia de lo arbitrario.

Creo que de manera ilustrativa, estamos todos de acuerdo en esos principios fundamentales que rigen la vida en sociedad de manera ordenada y bajo ese criterio, nadie, ni los integrantes de la sociedad ni a quien o quienes se delegó autoridad, deben modificar ese principio de convivencia razonable y ordenada.

El acto social de delegar la autoridad no está exento de posibles errores y fallas tanto en el proceso de esa multicitada delegación como en el ejercicio de la misma, los medios mediante los cuales se ha llegado a ser autoridad o a su ejercicio han sido diversos en la historia de la humanidad, con aciertos y errores es claro que nadie es absolutamente acertado ni absolutamente equivocado, no existe ni la infalibilidad ni la falibilidad ni parcial ni total, la condición humana limita siempre la buena voluntad o las mejores intenciones, y tanto quién ostenta la autoridad como quienes se la delegaron pueden encontrar puntos de disentimiento por los que se deben construir los consensos indispensables para la buena marcha de su “contrato social” entendido como el que se adquiere en un estado con relación a sus derechos y deberes y los de sus ciudadanos como habíamos ya referenciado.

Este principio fundamental para la buena marcha de la sociedad se ha ido quebrantando rápidamente en los poco más de tres meses del gobierno del Presidente López, no es mi pretensión de ninguna manera evaluar la marcha del estado mexicano desde que inició su gobierno pues no es posible contar con parámetros certeros de los logros y menos aún de los posibles resultados establecidos con los principios políticos o administrativos con los que él y su equipo conducirán a la nación durante su gestión, hacerlo sería temerario e irresponsable, como también lo sería decantar que las fallas o inconsistencias de la actual administración son todas producto de gestiones anteriores, hay sin duda efectos propios de las determinaciones tomadas en otras administraciones y también efectos de las determinaciones tomadas en la actual, puede ser que algunas o muchas sean contrarias por la naturaleza de los resultados que en unas y en otra se pretende o pretendía obtener, y que al ser modificadas tendrán efectos no medibles o evaluables en este momento; debe regirnos en la sociedad un principio democrático fundamental, estando o no de acuerdo con las determinaciones de los gobiernos que nos hemos dado, debemos respetar que ya fueron electos y que deben hacer lo que ofertaron políticamente, eso no impide ejercer el derecho de señalar yerros o solicitar alternativas distintas, más allá de que se obtengan respuestas favorables a las solicitudes emanadas de algún o algunos sectores sociales, mismas que deben ser oídas y atendidas y en la medida de lo posible explicado su razonado desechamiento.

Estar en desacuerdo no es posición adversarial, no es antagonismo puro, es una posición distinta y absolutamente válida aunque no se logre obtener la pretensión, que si debiera servir para enriquecer la que le dio origen, así paso con quienes eran opositores en gobiernos anteriores y así pasa ahora con los que son la oposición actual, solo se ocupan diferentes sitios en el tablero político.

El derecho de disentir es totalmente legítimo y absolutamente útil, pues muestra diversas posturas sociales que deben enriquecer, no polarizar, incluso nos pueden caer muy mal quienes hoy ostentan cargos públicos como antes caían mal quienes los ostentaron, y en algún exceso expresarlo públicamente con descalificaciones o insultos es tolerable hasta los límites que la concordia y la convivencia permitan, y aunque siempre hay agentes que exacerban los ánimos y posiciones que parecen a simple vista irreconciliables, debe privar el respeto a quienes disienten y no están de acuerdo y que además se verán sometidos a las determinaciones de quien ostenta la autoridad por la elección mayoritaria del cargo.

La autoridad está obligada a hacer todo aquello que la ley dispone de acuerdo a sus cargos y los ciudadanos a no hacer aquello que la ley prohíba, si ambas partes nos ceñimos a ese principio, incluso desacuerdos profundos no erosionarán la relación social o la relación sociedad – gobierno.

Los errores que los equipos de las administraciones cometen, obedecen a una natural curva de aprendizaje, a la inexperiencia, a la falta de coordinación e incluso en los primeros pasos a la incapacidad en la relación laboral o a la falta de solvencia profesional, pero no puede ser una condición que rebase lo tolerable o que por imposición se toleren los errores ad infinitum, debe consolidarse el aprendizaje y la experiencia, no se debe improbar la incapacidad o la incompetencia y estamos creo, aun en el espacio de la tolerancia, aunque se debe señalar que el costo político y social de las fallas y sus enmiendas tienen y tendrán efectos sociales, políticos y financieros, ha habido errores en esta y otras administraciones, claro que los ha habido y seguirá habiendo, pero la corrección debe ser rápida, eficaz y eficiente, no debe ser un dislate y una justificación, no se debe descalificar a quien disiente ni menospreciar a los opositores, pero ahora vemos que desde las conferencias matutinas que más parecen laudes con efecto canónico, donde se descalifica y se cataloga socialmente a los que incluso sin ser opositores no están de acuerdo con lo que determina quien ocupa el púlpito, y que en otros ámbitos compara a las mujeres con vacas o puercas, a quien ha consagrado la mariguana y hace escarnio de las y los creyentes, o quien endilga una retahíla de insultos a opositores, adversarios o a cualquiera que no esté de acuerdo con la ruta de la cuarta transformación, esas actitudes y posturas indeseables, producto de mucho de lo antes enumerado y de una muy importante dosis de soberbia tendrán tarde o temprano efectos, algunos insignificantes, algunos que generen posturas radicales, pero en ese andar en el extravío de la euforia del triunfo, va a generar una oposición distinta y esa oposición distinta va a generar nuevas voces, nuevos actores y nuevas figuras que se irán consolidando por los desfiguros de quienes están ocupando cargos públicos actualmente, nadie se debe olvidar que todos los inicios, que llenan de expectativas, de ilusiones, de proyectos, al momento de iniciar, también inician su fin, abur.

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