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¿Renuncias forzadas o cambios estratégicos?

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En la semana que concluyó llamó la atención en la política y administración pública estatal, que el pasado jueves 28 de septiembre se comentaba en las redes sociales la renuncia de Martha Alicia Escamilla León de la Dirección del Registro Civil. Con la noticia confirmada se concretaba el cese de una funcionaria cercana al círculo íntimo del gobernador, lo que generó preguntas sobre si se trataba de una renuncia forzada, de un cambio estratégico o de un problema generado por los desacuerdos de la funcionaria con la base trabajadora de la dependencia.

 

Todos los gobiernos, de cualquier denominación política, sin importar ubicación geográfica, generan estrategias específicas para tener una administración eficiente, acorde a lo que se comprometió y con funcionarios que tengan las aptitudes adecuadas para los distintos puestos. Pero la planeación que en teoría debería de existir no es algo que aleje a esos gobiernos de cometer errores en las designaciones y tenga que cambiar de manera obligada a personajes para que no entorpezcan el alcance de los objetivos de gobierno o políticos.

 

En Oaxaca, desde el inicio del gobierno de Alejandro Murat, diversos han sido los señalamientos por la inoperancia de algunos funcionarios de la administración, desde secretarios de estado, directores generales de organismos descentralizados y servidores públicos en distintas áreas han sido fuertemente criticados porque parece que no han brindado los resultados esperados no sólo por el gobernador, sino principalmente por la ciudadanía.

 

Jorge Illescas Delgado, Amando Bohórquez Reyes,  Ángel Alejo Torres,  Martha Alicia Escamilla, Alejandro Avilés Álvarez, Gabriela Velásquez Rosas, Oliveti Paredes y Manuel García han sido algunos de los funcionarios que iniciaron esta administración en posiciones destacadas y que por alguna razón han sido obligados a renunciar o han sido removidos de sus cargos.

 

En cualquiera de las opciones, la salida de estos personajes ha sido acompañada del beneplácito de la ciudadanía; el trabajo político que todos ellos realizaron no tiene que ser condición para sostenerlos en cargos de la administración pública donde no demostraron capacidad, eficiencia ni resultados en la mejora de vida de los oaxaqueños.

 

La lealtad política no tiene nada que ver con la capacidad para estar al frente de una dependencia, los oaxaqueños no tienen por qué soportar malos funcionarios, que estén en esas posiciones más que por sus capacidades, por sus afinidades políticas.

 

El gobernador Alejandro Murat ha dado muestras de tener convicción para transformar Oaxaca, como lo manifiesta su eslogan de gobierno, pero esa transformación tiene que ser con base en proyectos bien definidos, ejecutados a través de oaxaqueños que tengan las capacidades suficientes,  sean o no de su equipo íntimo, hayan participado o no en su campaña, en estos momentos de gran complejidad, tiene que trabajar con aquellos que den resultados, aunque no sean sus amigos o militantes de su partido.

 

Cometer el error de renunciar a los malos para poner a peores ,aunque sea por estrategia, arrastrará al gobernador y a todos a vivir un fracaso sexenal más, ni a él ni a los oaxaqueños conviene eso, es por ello la exigencia de tener a los mejores en los distintos cargos de la administración pública, que la capacidad mostrada por el mandatario estatal le alcance para reclutar a los mejores, una mala selección lo condena a él; buenos elementos rodeándole le permitirán aspirar a mucho más que gobernar este gran estado.

 

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