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TOLERANCIA E IMPUNIDAD ANTE FEMINICIDIOS

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                                                                                          *Rosa Simón Sánchez

La violencia extrema que vivimos hoy no puede leerse sino a la luz de un feminicidio más impune como el de Dafne Carreño Bengochea en Oaxaca y ahora el de Lesvy Alejandra en la máxima casa de estudios (UNAM).  Pese a leyes, discursos y cifras e incluso al valor simbólico de una sentencia internacional contra el Estado mexicano por el caso del Campo algodonero, donde fueron asesinadas mujeres y niñas en noviembre del año 2001, no se han tomado medidas efectivas y la violencia contra las mujeres se sigue minimizando.

La respuesta de las Autoridades a la petición de Justicia por parte de los familiares de las victimas ha sido irresponsable, carente de sensibilidad y de ética política. ¿Cómo calificar la serie de políticas públicas fallidas, la falta de compromiso con las mujeres por parte del gobierno federal, estatal y municipal? Existe una “política de simulación” en Oaxaca, donde la impunidad se institucionaliza y tiene nombre y apellido.

Aun cuando prevenir es fundamental, en lo que se refiere a la violencia contra las mujeres en Oaxaca, el discurso oficial sirve más para tejer máscaras y maquilar la realidad que para cambiarla. Existen “buenas intenciones” de las y los funcionarios públicos pero aún no se activa la Alerta de género en nuestro Estado ¿Cuándo piensan garantizar la seguridad de las mujeres, el cese de la violencia y la violación a  nuestros derechos humanos? Las leyes de protección a las mujeres han servido de poco, ya que las instancias gubernamentales sólo las han utilizado para justificar presupuesto, pero no hay resultados.

La brecha entre las leyes y su aplicación se transforma en un abismo para las mujeres y para quienes carecen de poder. No es casual que no exista sentencia para los feminicidas, que existan mujeres indígenas encarceladas porque no contaron con traductor en sus juicios. En nuestro país reclamar derechos es como clamar en el desierto si no se cuenta con capital social y económico.

Reclamar derechos desde las calles, desde las plazas, desde el centro educativo, ante jueces y ministerios públicos requiere de convicción y dignidad, es un acto de valor cívico, una muestra de congruencia y calidad moral. No se trata de ser héroes o heroínas se trata de ser personas libres de violencia, que se indignan ante un feminicidio y no ante una pinta como sucedió en Ciudad Universitaria.

Esclarecer los feminicidios permitirá comprender las causas de la violencia extrema y los grados de violencia que hemos alcanzado en nuestro Estado. Sentenciar a los culpables garantiza “verdad y justicia”. Es necesario nombrar y escribir sobre ello, no permitamos que la violencia nos deshumanice y acabemos naturalizándola. #NiUnaMenos #NoEstamosSolas

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