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Últimos 4 terremotos serían consecuencia del reacomodo de placas tras sismo de 2017

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Álvaro Morales

Los cuatro terremotos registrados en el centro y sur del país entre el 19 de septiembre de 2017 y el siete de septiembre de 2021, pudieron estar relacionados con las alteraciones generadas en el subsuelo terrestre por el movimiento sísmico de 8.2 grados ocurrido el siete de septiembre de 2017, acontecido en las costas de Chiapas y que devastó la región del Istmo de Tehuantepec.

Si bien, aparentemente los cinco terremotos contabilizados entre 2017 y 2021, incluido el de 8.2 grados, no guardan relación entre uno y otro, pues tuvieron epicentro en lugares distintos, existe la posibilidad de que las modificaciones derivadas del sismo de 8.2 continúen provocando el reacomodo de las placas tectónicas o de extensiones de material tectónico, explicó el titular del Departamento de Análisis y Amenazas y Vulnerabilidades Naturales de la Coordinación Estatal de Protección Civil de Oaxaca (CEPCO), Juan Miguel Morales Díaz.

El especialista, sin embargo, resaltó que la anterior es sólo una hipótesis, a efecto de establecer el o los motivos que han desencadenado la ocurrencia de sismos de alta intensidad durante los últimos 48 meses, los cuales han dejado como saldo cientos de víctimas mortales.

La segunda teoría acerca de la prevalencia de estos fenómenos, apunta a que éstos son consecuencia “natural” de la alta movilidad que se reporta en la placa tectónica del Pacífico, que, a su vez, empuja de manera constante a la placa tectónica de Cocos, que converge en la costa del Pacífico con la placa de Norteamérica, sobre la que reposa el mayor porcentaje del territorio nacional.

“Eso es muy real. Ha habido una secuencia de sismos grandes. Si yo lo planteara desde una situación, hablando del sismo de 2017, fue un sismo demasiado grande, el más grande en la historia instrumental de México. El último registro de algo que se acercara fue hace poco más de 100 años; entonces, un sismo tan grande, con unas características completamente raras –tal vez de los sismos más raros que han ocurrido en el mundo–, tan así fue que se siguen generando secuelas”.

>No puedo aseverar que los sismos que siguieron fueron consecuencia de éste, pero es real que presentamos un sismo grande y van a ocurrir movimientos en los años posteriores; (tal fenómeno) podría deberse aún al acomodo de ciertas placas o extensiones de material y sin descartar también que estos sismos que han ocurrido, se encuentran en el contacto entre placas, indicó el especialista, en entrevista con Agenda CIO.

“La parte sobre que está temblando en esta zona yo se lo atribuiría ahora al movimiento más continuo que tiene esta parte de las placas, el reacomodo que se está llevando a cabo; esto es consecuencia de un movimiento de manera global y que está siendo perceptible en la parte de México, que sísmicamente es más activa que otras zonas de América”, agregó.


–Entonces, ¿cabe la posibilidad de que el sismo de 2017 esté siendo parte sustancial de este reacomodo de las placas?, ¿que haya sido tan fuerte que actualmente las placas se continúen acomodando?

–Sí claro, todo evento físico en la naturaleza tiene una serie de consecuencias, desde las más imperceptibles hasta las más perceptibles. La dificultad en el caso de los sismos es que contemplan miles de variables, desde la profundidad a la que se encuentra, si está dentro del mar o fuera; las características geológicas en las que se encuentra, que pueden ser miles de variables y el modo de fractura o ruptura con la que se presentó el sismo.

>El área de la sismología no es un área tan aprovechable. Hay instituciones en México demasiado avaladas, como el Servicio Sismológico Nacional (SSN), que lo está estudiando, pero al ser un evento que se suscita en un instante, solamente queda información en instrumentos… ahora, todos estos eventos, sí podrían considerarse que son una serie de consecuencias, tal vez mínimas, de eventos anteriores.

21 terremotos en 36 años; 25%, entre 2017 y 2021

Entre 1985 y 2021, en México se han registrado un total de 21 terremotos de entre 7 y 8.2 grados de magnitud, de los cuales, cinco, el 25 por ciento, se han registrado durante los últimos cuatro años en Oaxaca (2) Chiapas (1), Guerrero (1) y Puebla (1).

El Catálogo de Sismos del Servicio Sismológico Nacional (SSN) confirmó que el nivel de incidencia de sismos de alta intensidad ha sufrido un incremento durante las últimas tres décadas, al pasar de periodos de hasta siete años sin reportes de actividad sísmica de alta relevancia a periodos prácticamente sin descanso.

Así, después del terremoto de 8.1 grados del 19 de septiembre de 1985, con epicentro 45 kilómetros al noroeste de La Mira Michoacán, en México se registraron durante los meses y años subsecuentes dos sismos de gran magnitud: el primero, un día después, el 20 de septiembre de 1985, de 7.6 grados a 25 kilómetros de Zihuatanejo, Guerrero, y, el segundo, de 7 grados, el 30 de abril de 1986, en Coalcoman, Michoacán.

Desde aquel 30 de abril de 1986, tuvieron que pasar 7.5 años para que México volviera a resentir los efectos de un terremoto, lo cual ocurrió el 10 de septiembre de 1993, cuando un sismo de 7.2 grados sacudió al poblado de Huixtla, Chiapas, a las 13:12 horas.

Aquel hecho liberó la energía suficiente para que el país permaneciera sin movimientos telúricos de alta relevancia hasta 1995, cuando fue sacudido por una serie de fenómenos de gran repercusión: primero, el 14 de septiembre de 1995, cuando se registró un fenómeno de 7.3 grados en Ometepec, Guerrero y, un mes después, el nueve de octubre de 1995, cuando ocurrió el segundo terremoto más fuerte de los últimos 30 años, con una escala de 8 grados de magnitud, ocurrido a 10 kilómetros de Manzanillo Colima.

El seísmo de Colima fue seguido por tres fenómenos de más de siete grados de magnitud, éstos de 7.1, el 20 de octubre de 1995 en Ocozocoautla, Chiapas; 7.1 grados el 24 de febrero de 1996 en Pinotepa Nacional, Oaxaca, y de 7.1 en La Mira, Michoacán, el 11 de enero de 1997.

Los siguientes cinco temblores de alta intensidad se suscitaron dos años después, en 1999, en Puebla (7 grados) y Puerto Escondido, Oaxaca (7.4 grados); luego, en el 2000, en La Mira Michoacán (7 grados) y en el 2003, en Armería, Colima, de 7.6 grados.

Tras aquella convulsión, pasaron siete años para que México resintiera un nuevo terremoto, el cuatro de abril de 2010 en Mexicali, Baja California, de 7.2 grados y dos años después se suscitaron dos sismos más (7.5-Ometepec, Guerrero, y 7.3 en Ciudad Hidalgo Chiapas).

Fue en el año 2014, cuando se tenía el antecedente del último gran temblor en el país, ocurrido el 18 de abril de aquel año, en Petatlán Guerrero, con una magnitud de 7.2 grados.

No obstante, desde 2017, no sólo se intensificó la actividad sísmica de México sino que estos fenómenos han ocurrido con mismas fechas, como es el caso de los terremotos del siete de septiembre tanto de 2017 como de 2021 y el 19 de septiembre tanto de 1985 como de 2017.

Luego del terremoto de 8.2 grados con epicentro en Pijijiapan, Chiapas, el siete de septiembre de 2017, México entró en el periodo de mayor sismicidad de los últimos 20 años: el 19 de septiembre de 2019, dos semanas después del de septiembre siete y 32 años después del terremoto de 1985, en Puebla se suscitó un nuevo terremoto, éste, de 7.1 grados de intensidad.

Y no fue todo, pues cinco meses después, el 16 de febrero de 2018, Oaxaca fue epicentro de un movimiento más, éste de 7.2 grados de intensidad.

Dos años después, en junio de 2020, Oaxaca fue nuevamente epicentro de un sismo 7.4 grados en Santa María Huatulco, y un año después, otra vez un siete de septiembre, otro fenómeno similar, de 7.1 grados, ocurrió en Acapulco, Guerrero.

“Normalmente, se tiene un registro cuantitativo que a nivel nacional cada año se presentan más o menos entre dos y tres sismos de magnitudes de seis a siete grados”, explicó Miguel Morales.

Sin embargo, subrayó que “el hecho de que en 2017 y 2021 se presentaran sismos en la misma fecha que la de otros antecedentes, fue circunstancial y “difícil de explicar para darle un motivo”.

“Desde la parte del estudio, la gente se puede basar en una cosa que se llama periodo de retorno, que no es más que en alguna fecha y zona específica volverá a ocurrir un evento donde ya se tenían antecedentes de otro”, explicó.

–¿Es imposible decir por qué dos terremotos ocurrieron el siete de setiembre y dos el 19 de septiembre?

–Es imposible poder dar una respuesta… cualquier respuesta que se dé siempre va a ser puesta a debate. La gente que se dedica a estudiar esto siempre se va a basar en números, en datos que se puedan medir, no en situaciones de suposiciones. Hasta este momento, un dato medible o algo que se pueda confirmar con severidad no va a haber.

Y volverá a temblar


–¿Es factible que un nuevo sismo de alta magnitud se registrarse en Oaxaca?

–Sí, claro. Si nos vamos a las estadísticas y a los números, de cada 10 sismos que ocurren en México, cuatro o cinco ocurren en Oaxaca. La probabilidad es que ocurra un sismo grande y que ocurra en Oaxaca o sino ocurre en Oaxaca va a ser en Guerrero o en la cercanía de Chiapas.

–La gente debe continuar en alerta máxima, entonces

–Sí, desafortunadamente, los sismos a diferencia de otros eventos, como la presencia de tormentas tropicales, huracanes y la temporada de lluvia que tienen periodos muy marcados, los sismos que son fortuitos y ocurren en un instante… no es algo que el ser humano pueda controlar, pero puede mitigarlos con ciertas acciones y estar prevenidos.

>Los sismos no causan las muertes, las muertes las causan los desplomes de las viviendas, la paranoia de la gente, son consecuencias que se pueden ir disminuyendo o atendiendo.

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