Rodrigo Islas Brito
“En Oaxaca hay tiendas de gráfica como si fueran Oxxo”, fue lo que declaró hace unas semanas a la prensa el pintor, dibujante y ceramista Rodrigo Saltijeral con motivo de la presentación de una exposición individual. Dos días después de haber salido su entrevista en la web, sus palabras en la Ciudad de Oaxaca habían ofendido tanto a tanta gente que la figura de un gato asustado en una cama con la leyenda “cuando escuchas a un Don Nadie decir que hay talleres de gráfica como si fueran Oxxos” se volvió un fastuoso y “likeado” súper meme.
¿Qué había movido tanto entre una parte del gremio artístico creador, lo dicho por el artista de cuarenta años? “Me parece desafortunado y hasta miserable el hecho de que se refieran en esos términos a la vasta producción de grabadores en Oaxaca”, enunció el cotizado artista plástico oaxaqueño Hugo Tovar, “ese comentario es gratuitamente condenatorio, es como quejarte de que en un lugar hay demasiadas bibliotecas. No es fácil vender grabados, como no es fácil mantener bibliotecas”, apuntó el escritor y curador de arte Jorge Pech.
Un medición hecha pública en julio pasado durante la llamada Guelaguetza Gráfica (apoyada económicamente por la Secretaría de las Culturas y las Artes de Oaxaca) que convocó la obra y la interacción de 16 talleres gráficos de todo el país, marcó que tan solo en la ciudad de Oaxaca existen poco más de 60 tiendas de gráfica (que muchas veces también son talleres).
Sobre esto, y frente al marcaje que cuenta hasta ahora en esa misma ciudad la existencia de hasta 25 sucursales de la franquicia transnacional de tiendas de conveniencia de la empresa FEMSA, los dichos de Saltijeral, específicamente en términos cuantitativos, resultan ser ciertos.
Tras lo que sus interpretaciones simbólicas se distienden entre opiniones como las del pintor y crítico de arte, Hugo Gallegos, quien entre lo que llama “una sobreproducción de obra”, mira como un problema la poca reflexión teórica que esto genera, volviéndose todo lo grabado parte de un souvenir turístico, donde entre uno y otro artista se copian estilos para ver cuál es el que vende mejor entre ojos sedientos de un exotismo de cierto turismo revolucionario.
“La sobreproducción no significa necesariamente mayor calidad. La poca tolerancia a la crítica y ausencia de autocrítica hace que el arte difícilmente evolucione hacia otros caminos que no sean los comerciales. Bajo esta premisa figuras del tamaño de, Francisco Toledo, Rufino Tamayo o Rodolfo Nieto difícilmente volverán a surgir en Oaxaca”, expresó Gallegos en una acepción que a su tocayo Tovar no le vino bien.
Tovar considera que lo expresado de manera ocurrente por Saltijeral y elucubrado de manera académica por Gallegos, resulta despectivo a los jóvenes y ya no tan jóvenes artistas gráficos que en Oaxaca se esfuerzan en hacer una producción artística diaria. Considerando a cada uno de los talleres de gráfica de la ciudad son esfuerzos independientes que no pueden resultar comparables a las reglas de la cadena Oxxo, a quien Tovar califica como “una tienda explotadora, depredadora y destructora del patrimonio cultural”.
Sobre lo que el pintor, caricaturista y activista ciudadano, Arnoldo Dámaso argumenta que un dato duro sobre lo imposible de la citada comparación es que la meta de la transnacional Oxxo en Oaxaca es tener una tienda por cada 10 mil personas en todo el estado, con una ganancia neta mensual promedio de cada tienda de dos millones de pesos.
Mientras que un taller y tienda de gráfica se la vive anclado en la autogestión. “Pocos se atreven a abrir un espacio pero son aún menos los que sobreviven”, enuncia Dámaso. Cuestión sobre la que Hugo Tovar afirma no terminar de entender en que radica específicamente el problema de que haya muchos grabadores en el mercado oaxaqueño que se copien unos a otros.
Observando que no existe hasta ahora estadística, teoría o ley que respalde las observaciones de Gallegos en cuanto a la existencia de una “sobreproducción” en el mercado de la gráfica oaxaqueña. Calificando finalmente a Gallegos y Saltijeral y a otros que como ellos anden “oxxodizando” el panorama gráfico oaxaqueño como unos “reflexivos del mercado”.
A lo que el también teórico y práctico Jorge Pech observa que un tema como este debe abrirse también a la opinión y las experiencias de esforzados grabadores que hoy difunden e intentan vender su obra en talleres y galerías de la ciudad. “Es muy fácil descalificar desde el resentimiento o el desconocimiento de las condiciones locales”, destaca el escritor a propósito de la condición de Gallegos y Saltijeral de ser muy cercanos a Oaxaca, pero venidos desde la siempre autosuficiente Ciudad de México.
Para el pintor, grabador y promotor nuevoleonés, René Almanza, hoy de vuelta en Oaxaca capital, lo expresado por Gallegos es lo mismo que dicta la academia que en México se atrinchera dando clases y produciendo becados con tres piezas por año. A las cuales el regio coloca la etiqueta de obra hecha bajo “reflexión”, aunque para él al final resulten “remedos de arte conceptual de países de primer mundo”.
“Se quejan de los mecanismos del mercado pero se mueren por entrar en colecciones privadas. También buscan que les compren caro, pero como este es un mercado inflado y facho, batallan mucho para entrar porque tienen que besar muchos traseros”, contrapone el regio. A lo que Rodrigo Saltijeral ha asegurado ya que su comparativo Oxxos- Talleres de Gráfica en Oaxaca no obedece al lagrimeo de quien no ha encontrado esa imagen que pueda vender como tamal con su guajolota por las mañanas
“Qué bueno que los artistas puedan tener acceso a un mercado amplio y en crecimiento en cualquiera de los medios, lo que dije hace referencia a una percepción personal de un contexto que no existía hace unos años en Oaxaca. Lo diferente o lo que cada quien quiere hacer con su arte es punto y aparte”, expresa Saltijeral quien extraoficialmente se declara un poco harto y fuera de una polémica que él inició pero que tampoco calculó para que se encendiera.
Por otra parte, aunque René Almanza se ha declarado algo contrario a lo observado por Gallegos y Saltijeral, expresa que tampoco es que el panorama de las tiendas y talleres de gráfica en Oaxaca sea tan idílico como otros lo plantean.
“Están los espacios de arte contemporáneo que se la han pasado saqueando y pegados como rémoras sobre el capital simbólico que se creó en la riqueza del imaginario de la lucha social del 2006 en Oaxaca. Apropiándose de imágenes que se gestaron en las calles por muchos de éstos artistas y talleres de los que se quejan y llevándolos a foros de arte contemporáneo fuera del país saludando con sombrero ajeno, copiando la dinámica autogestiva y combativa de estos espacios para bajar fondos federales y privados”, suelta Almanza sin querer dar nombres específicos de a quienes se refiere, porque luego se ponen muy punks.
Finalmente, lejos de que mucha gente que en Oaxaca que se dedica y le talachea duro para vivir del arte, resulte un poco sensible al disenso, hoy parece abrirse el debate sobre hasta qué grado la propuesta artística en la Ciudad de Oaxaca se ha ido integrando lentamente a la maquila ideológicamente turística de un discurso gubernamental estatal que hoy con los proyectos de imponer y hasta doblar en impuestos a bienes y servicios turísticos como la hotelería o el mezcal, deja clara su vocación de usar todos los caminos de la totalitaria gentrificación como política pública.
Entendiendo a la gentrificación como ese proceso económico de transformación de un espacio urbano donde a partir de una reedificación y enmascaramiento hipsterizado de los servicios, el ambiente y las costumbres y su subsecuente aumento de rentas y costos que solo podrán cubrir turistas nacionales y extranjeros que tengan el dinero para pagar cuatro o cinco veces por la misma cosa, se expulsa gradualmente a los residentes locales a los espacios más periféricos y progresivamente marginales. Proceso de usurpación de identidad y territorio que ha tenido especial relevancia en los últimos años en ciudades con importante gravamen turístico, como lo es hoy Oaxaca capital, o como lo ha sido desde hace décadas la hoy angloparlante y mexicanamente inaccesible San Miguel de Allende en el estado de Guanajuato.
¿Será que hoy la otrora contestaría y anti sistémica gráfica oaxaqueña se ha vuelto algo inofensiva y ya no contesta más sino acata esa exótica oaxaqueñización con la que hoy el gobierno de Alejandro Murat Hinojosa se esfuerza por vender al mil por 1 todo el estado? ¿Será que hoy todo forma parte de todo?
¿O en realidad solo es que eso de hablar de Oxxos y Gráfica Oaxaqueña como conceptos que en sus caminos se encuentran es producto de la envidia pura, de la pobreza anímica y mental de quienes nunca han de querer que a la Oaxaca de la Gran Promesa (esa que siempre estará ahí para unos cuantos) por fin le vaya bien? A las respuestas que resulten, dejemoslas en las manos del tiempo.