Hacia mejores representaciones políticas, sociales y reformas que México necesita | Opinión
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Coincidencias | Bersahín López
Visualizar un grupo organizado, sin normas que rigen su convivencia, sería imposible de imaginar, así como no podemos entender un Estado-Nación sin adecuaciones a sus normas para fortalecer las relaciones internas y externas, en todos los ámbitos de la vida pública.
La reforma al poder ha sido un discurso constante en países con democracias en construcción, simboliza la idea de mejorar, de actualizarse, de subsanar errores para afrontar los retos que la actualidad plantea en el fortalecimiento de instituciones, el estado de derecho y la representación política.
En la discursiva de la mal llamada “clase política” está el fortalecimiento institucional; en la arenga de líderes sociales se encuentra la voluntad del pueblo, por encima de todo y de todos. Tan peligroso uno, como complejo lo otro, ya que en realidad son pretextos que ocultan intereses más oscuros y trascendentes.
Históricamente, el pueblo ha sido la principal bandera de revoluciones, cambios constitucionales y adecuaciones ideológicas, siendo el pueblo también quien termina pagando los peores saldos de experimentos impulsados por unos y vitoreados por miles.
Quitar el poder a los malos para entregárselo a los sectarios, es una práctica recurrente en sociedades hartas de formas totalitarias que no se moderaron y dieron paso a experimentos que, con el manto de la redención, terminan siendo iguales o peores a lo que criticaron.
Las reformas que cualquier país requiere tienen que ver con equilibrar el poder, fortalecer libertades, impulsar desarrollo económico, robustecer alianzas internacionales en agendas comunes, realizar acciones que repercutan en mejorar la calidad de vida del ciudadano.
Ninguna reforma que mutile el estado de derecho puede beneficiar al pueblo de manera integral, aunque se realice con ese pretexto. Un pueblo feliz es aquel que goza de cabal libertad para autoregularse, contando con esquemas que le permitan defenderse de los abusos y excesos de sus gobernantes y representantes; un pueblo bueno y sano cuenta con herramientas, y nunca depende de una sola persona o poder, para sentirse tranquilo.
México requiere una reforma integral, no solo legal, sino moral, de actitud, de comprensión de la nueva realidad, de conocimiento profundo de lo que somos y hacia dónde queremos ir como comunidad, pero también es indispensable una nueva generación que nos conduzca hacia mejores condiciones de vida, personas que vean hacia el porvenir y no estén atadas al pasado que las condena y las perseguirá siempre.
Requerimos de una generación que vea la problemática y la solución de manera integral, que busque llegar al centro del objetivo y no se conforme con acciones momentáneas de corto alcance. Necesitamos una generación con valores, conocimiento e ideas para inaugurar una nueva fuente de representación política y social, que camine junto al pueblo en las verdaderas transformaciones que necesitamos para ser libres, autosuficientes y al mismo tiempo, felices en la convivencia comunitaria.
Las crisis también son extraordinarias plataformas para impulsar las mejores generaciones y las más amplias reformas. Estamos todavía en tiempo para que se comience a concretar la unión de una generación que, con conocimiento, talento y valores, construya alternativas de gobiernos y representación, porque las que actualmente existen han quedado mucho a deber al pueblo.
La dignidad, los valores y el conocimiento deben ser los pilares que sostengan la participación de una nueva generación que proyecte hacia el futuro y que no sea rehén de su pasado, solo así habremos de construir un país diferente y reescribiremos la historia de una nación que necesita urgentemente nuevos motivos para seguir luchando hacia el bienestar colectivo.